Historia

Carabaña es uno de los pueblos más antiguos de la Comunidad de Madrid. Desde la Edad de Hierro ha estado habitada sin interrupción esta zona a la orilla del Tajuña. El paso de la historia ha dejado su huella en la fisonomía del municipio y hoy pueden disfrutarse en el paseo por la localidad. 

La ingeniosa conquista de los caracitanos 

Fundación de Carabaña 
Aldea en el Reino Visigodo de Toledo
Conquista árabe y Reconquista
El Renacimiento: Momento de esplendor en Carabaña
El primer señor de la villa
Milagro en época de epidemias
Agua de Carabaña
Carabaña en el siglo XX 


 
 
La ingeniosa conquista de los caracitanos
          
        “Vidas Paralelas” de Plutarco

Los primeros testimonios sobre estas tierras se remontan a la época de la conquista romana. En concreto, Plutarco, en su libro “Vidas paralelas”, relata la llegada de los romanos a Caraca y cómo consiguen dominar a los moradores de las cuevas del Tajuña: los caracitanos.
En el siglo I a.C. las tropas romanas avanzaban por la península en su inexorable afán de conquista. Es entonces cuando el general Sertorio llega a las orillas del Tajuña. Los caracitanos resisten en sus cuevas y se burlan de la imposibilidad del general para vencerles.

“Era imposible tomar por fuerza a estos bárbaros,
porque cuando temían ser perseguidos se retiraban
(…) a sus cuevas, y de allí no se movían.”

 Tras varios intentos fallidos, Sertorio decide utilizar su ingenio. Ordena a sus soldados amontonar tierra y cenizas frente a las cuevas y espera que la naturaleza haga el resto. A la mañana siguiente el “Cecio”, viento del norte que sopla en la Vega del Tajuña, sacude la tierra que asciende como una espesa polvareda hasta taponar la entrada de las cuevas. Los caracitanos que intentan salir son cegados por la tierra o se ahogan con el polvo. Tras varios días de sitio, se rinden ante el general romano.


Está fechada, según las crónicas, en el año 53 a. C., en plena romanización de la península.
Los romanos se asientan en la ribera del Tajuña, donde erigen un templo dedicado a Diana, en el espacio que hoy ocupa la ermita de Santa Lucía, y nos dejan otros vestigios que han llegado hasta hoy como el Ara de la Plaza de España o la columna que se encuentra junto al Parque de las Moreras.

 





           Ara romana en Carabaña

Tras caída del imperio romano, en el siglo V, llegan a la península los visigodos, uno de los pueblos llamados bárbaros, de origen germánico. Herederos de la cultura y la religión de Roma, en España los visigodos mantienen una estructura de Estado similar a la de sus antecesores. Entonces Carabaña era un pagus, una pequeña aldea de menos de doscientos habitantes.
Del periodo visigodo permanece en Carabaña una pila bautismal que se encuentra en la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora y, hasta hace unos años, una sencilla necrópolis (s. VI-VII) en el Cerro de Cabeza Gorda.
 

 



           Pila bautismal visigoda



Durante la dominación de los árabes (s. VIII-XII), Carabaña sigue habitada por cristianos, mozárabes, que conservan su credo y costumbres.
Tras la conquista de Toledo, la tierra pasa a manos del Arzobispado de Toledo, convirtiéndose en propiedad de la iglesia.
Pocos años más tarde, Alfonso VIII dona “Caravanna”, junto a otros pueblos, al Concejo de Segovia como pago por su ayuda en la lucha contra los almohades. Retornará a ser propiedad de la iglesia toledana en el siglo XIII.



En 1557 Carabaña solicita el título de Villa y consigue liberarse de la dependencia jurisdiccional de Alcalá de Henares, aunque sigue perteneciendo a la Mesa Arzobispal de Toledo, como propiedad de la iglesia.
Es en este siglo cuando Carabaña está en el punto álgido de esplendor. Bartolomé Bustamante, afamado arquitecto teórico y párroco en Carabaña reconstruye la antigua iglesia parroquial del siglo XIV y la dota del estilo renacentista popular. Se construye casas palaciegas, como la que hoy se encuentra en la Plaza de España o, probablemente, el palacio del Virrey de la familia Barrientos. Es también en momento en que Carabaña tiene mayor número de ermitas, pequeños templos construidos en honor a santos como San Roque, Santa Bárbara o la Virgen de la Concepción.  
 

Palacio del Virrey
 
Felipe II ordena elaborar las llamadas Relaciones Topográficas. Esta serie de cuestionarios encargados entre los años 1574 y 1578 recogen datos y comentarios interesantes sobre Carabaña, como el censo, que contaba con 220 vecinos, la belleza de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora o la excelente calidad de las aguas del municipio.


       
       Escudo de Carabaña con las
           armas de la familia Vega

El mismo año en que se terminan de redactar estas estadísticas, Felipe II solicita bula papal para comprar determinadas localidades de la iglesia, entre ellas, Carabaña. El negocio fue rentable para ambas partes. El Papa Gregorio XIII obtiene ingresos para luchar contra los infieles y el rey español, una vez adquirida las localidades, las pone de venta.
En la puja por la propiedad, Esteban Lomelín, de familia de origen genovés y vecino de la calle Mayor de Madrid, sale vencedor. Seconvierte en señor de Orusco, Valdilecha, Ambite y Carabaña por más de diez millones de maravedíes.
De la familia Lomelín, el pueblo pasa a manos de los Nevares y, en época de Felipe IV a la familia de la Vega.
Rodrigo de la Vega y Acuña, señor de Orusco, Valdilecha y Carabaña pasaba largas temporadas en esta última localidad. A su muerte, donó a la parroquia la imagen del Cristo de la Paz y la Salud. Tal donación no gustó a los vecinos de Camporeal, lugar donde se hallaba el palacio de Rodrigo de la Vega, e hicieron lo posible para impedir su traslado. Catalina Gordo, viuda de de la Vega, consiguió llevar a término esta última voluntad de su marido a pesar del disgusto de los camporealenses.



Milagro en época de epidemias



En el siglo XVIII se propaga una epidemia por la zona. Ésta será la primera vez que se saque en procesión al Cristo de la Paz y la Salud.
Un siglo más tarde, el cólera asola la provincia de Madrid. Tan solo quedan indemnes unos pocos pueblos, entre ellos, Carabaña. Los vecinos atribuyen este hecho a la acción de Cristo de la Paz y la Salud.
 
 
 
 

 
 

 
     Cristo de la Paz y la Salud



En 1880 el vizcaíno Ruperto Chávarri descubre durante una cacería el extraño sabor de las aguas del manantial del cerro de Cabeza Gorda, próximo a Carabaña. Sus conocimientos como dueño de una farmacia en Antón Martín le hacen sospechar que las propiedades del agua pueden ir más allá de su particular sabor.



Portada de “Agua de Carabaña”

Encarga un estudio a su amigo y compañero de cacería Juan Bautista Santonja. Éste comprobó lo que la sabiduría popular ya conocía, las propiedades medicinales de estas aguas.
Las primeras botellas se comercializan en la farmacia-droguería de Chávarri, quien desde el primer momento busca el aval para su descubrimiento. Tan solo tres años más tarde eran declaradas "aguas minero-medicinales", poco después la medalla de plata de la Exposición Nacional Farmacéutica y la de oro en el concurso científico de París.
Posteriormente, Chávarri manda construir un balneario que no llegó a ver en funcionamiento y se utiliza durante décadas como casa familiar de recreo.



  

Durante el comienzo del siglo XX se impulsa el desarrollo del municipio gracias a varios hechos como la construcción del hospital de San Joaquín, “El Hospitalillo”, en 1905, la llegada del ferrocarril en 1910 o la construcción de las escuelas del Doctor Cortezo.


Apeadero de Chávarri

Durante la Guerra Civil, Carabaña tuvo una posición estratégica. En la carretera de Valencia y situada a pocos kilómetros del frente del Jarama, el Estado Mayor de la 18 Brigada fija su sede en el balneario de Chávarri. Los productos agrícolas de la vega del Tajuña aprovisionan a una capital que cada vez tiene más dificultad de abastecimiento y el pueblo se transforma convirtiendo la iglesia en un depósito de víveres o construyendo una gasolinera en las eras de santa Lucía.

En los últimos años ha acogido a nuevos vecinos y se están llevando a cabo un fuerte impulso al desarrollo del pueblo. La restauración de elementos del legado cultural de la localidad, la declaración como Bien de Interés Turístico de su representación viviente de la Pasión de Cristo o la construcción de nuevas infraestructuras, como el colegio público, son algunas de las acciones cuyo fin es preservar y dar a conocer la importancia de esta localidad en la historia de la Comunidad de Madrid.